El clima seco y de paisajes áridos es típico del sudeste español, donde abundan las plantas herbáceas y arbustivas como el esparto, que pertenece a la familia de las gramíneas, igual que el trigo y la cebada.

Algunas de sus características definitorias son, por ejemplo, su perdurabilidad en el terreno, sus hojas largas y finas, y sus espigas en forma de penacho.

Hasta bien entrado el siglo XX esta planta tenía una enorme utilidad, empleándose en la fabricación de utensilios de labranza, trilla, labores del hogar, aperos para animales, etc.
Pero actualmente ha perdido mucho terreno, siendo sustituido por la goma, el plástico o la fibra sintética.
Sin embargo, algunos pueblos de nuestra región todavía conservan esta tradición artesana.

Origen
El término de esparto se suele utilizar para nombrar las hojas; mientras que a la planta en general se le denomina Atocha o Espartera. Ésta comenzó a utilizarse en una primitiva industria en cordeles, aparejos de naves, capazos, espuertas, útiles agrarios y materiales de cambio.
Los fenicios y especialmente los púnicos lo comercializaron por todo el Mediterráneo. Aparece en textos de Estrabón o Plinio, que hablaban del esparto encontrado por los romanos en la segunda guerra púnica y comercializado desde el año 500 a.C. por los carthagineses (de ahí deriva el nombre de Campus Spartarius para la comarca de Cartagena).

Desarrollo de la industria
La actividad del esparto fue adquiriendo gran importancia a nivel nacional, hasta el punto de que Carlos III prohibió su importación. Pero tras su muerte, adquirió un gran valor en el mercado exterior, especialmente en Inglaterra, país consumidor por excelencia.
A mediados del siglo XIX ya era una industria floreciente y la materia prima abundaba en los montes de algunas comarcas de la Región, por lo que comenzó una época de desarrollo.
Los obreros arrancaban el esparto y después lo vendían por peso en fardos, kilos o arrobas (unos 11,5 kilos). Al principio se trabajaba tal y como se recogía del campo, y se trenzaba para hacer cestos, capazas, seras, etc., que después servían para la recolección de frutos y verduras o para el transporte de otras materias.
Posteriormente comenzaron a picarlo o machacarlo, para que su textura fuese más suave. Así, unos mazos mecánicos picaban el esparto obteniendo una materia mucho más fácil de trenzar, con lo que se podían realizar trabajos más atractivos y estéticos.

Actividad actual
Aunque la preparación y el trenzado del esparto se realiza hoy mayoritariamente en grandes fábricas de forma industrial, aún susbsisten pequeños artesanos que continúan la tradición.
Junto al esparto existen otras fibras como el cáñamo, el yute o la pita (estas dos últimas en menor proporción) con las que los artesanos elaboran capachos para molinos de aceite, escofines y esportines, esteras y alfombras, mantos de recogida de aceitunas, también llamadas mallas, sombrillas para playa y otros objetos.
Con caña y palmito se fabrican escobas, jaulas para pequeños animales y una gran variedad de cestería, sector muy importante dentro de la artesanía popular jiennense.
Entre los productos de cestería de caña son muy conocidas las polleras: grandes cestas con los laterales abombados, que se utilizan en las casas de campo para resguardar a los polluelos de pava y gallina en sus primeros días de vida. También producen canastas para ropa, papeleras, costureros, cestas para huevos, etc.

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